sábado, 20 de diciembre de 2008

DEL NUEVO MUNDO.

Del Nuevo Mundo...
(de Ana Cuenca,
http://www.fideliotrading.com/)

Anton Dvorak (Nelahozeves, 1841 - Praga, 1904), junto a Smetana, son los compositores más representativos de la música checa, la cual cobra rango universal cuando en la segunda mitad del siglo XIX se desarrolla el nacionalismo musical y desde cuya estética, pueblos sin tradición anterior se incorporan a la música universal. Asi sucederá con Rusia, los países nórdicos y los demás pueblos eslavos.
Dvorak, compositor de una acusada personalidad, está totalmente condicionado a los principios del nacionalismo, es decir, el reflejo consciente de los caracteres de la música popular autóctona en la creación musical. Así, Dvorak se halló tan compenetrado con el canto popular de su patria que llegó a crear melodías originales cuyo carácter, ambiente y color muy bien podrían considerarse nacidas en la misma entraña del pueblo. Las iniciales inclinaciones y aptitudes de este compositor serían cultivadas pronto en la capital de su país, Praga; y el apoyo de Liszt, Brahms, así como la del director de orquesta Hans von Bülow ayudarían al desarrollo de sus grandes dotes.
Su viaje y estancia de tres años -1892 a 1895- en Estados Unidos para dirigir el Conservatorio de Nueva York influirá decisivamente en su carrera de compositor, y bajo la influencia de los cantos espirituales negros escribió obras fundamentales como la Novena Sinfonía, el Cuarteto en Fa Mayor, el Quinteto en Mi bemol, y el Concierto para violoncello y orquesta.
Las obras más importantes de Dvorak son: Nueve Sinfonías, el mencionado Concierto para violoncello y orquesta, Danzas Eslavas, la ópera Rusalka y una abundante producción de música de cámara.
La Sinfonía en Mi menor, señalada con el subtítulo Del Nuevo Mundo, es la sinfonía americana de Dvorak. Refleja en una composición las sensaciones recogidas por Dvorak en América. No se trata de un poema sinfónico ni tampoco de un número obligado de programa. Dvorak expresó su homenaje a esas tierras lejanas, eligiendo para ello la forma clásica de la sinfonía, repetándola con severidad. A los que pretendieron que el compositor habia utilizado motivos indios o americanos en su sinfonía les contestó el compositor que semejantes críticas no eran más que una simpleza y una mentira. Sólo con el espíritu compuse esas canciones populares americanas, solía decir Dvorak a los que pretendían herirle.
De todos modos, esa llamada música popular americana resulta menos original y terminante que lo que se había creído durante mucho tiempo, ya que es una mezcla de elementos de muy distinta índole, procedentes tanto del caudal musical de los indios como de los negros, y también del de los emigrantes de raza blanca. Por ello es posible que Dvorak también haya vistos reflejados en la Sinfonía Del Nuevo Mundo, incluso modelos de su propia patria, desde luego desvirtuados y transformados.
Así, al evocar las impresiones recogidas en tierras lejanas ha demostrado Dvorak que su memoria permanecía despierta, mostrándose sumamente eficaz. Semejante tensión imprime a la obra una configuración cerrada. El corte Bohemio que distingue al primer tema del movimiento inicial y que, a la vez, es la idea principal de la sinfonía, es tan inequívoco como el extraño tema secundario de aparente corte Americano. Después de la Leyenda del segundo movimiento, el cual -con su melodía inglesa para trompa que se ha hecho célebre- le fue por lo visto sugerido a Dvorak por el poema Entierro en el Bosque, de la obra de Longfellow La Canción de Hiawatha, vuelve el Scherzo a recurrir a elementos del Oeste indio (parte principal) confrontándolos con episodios europeos (Trío). Se llega a un equilibrio de esta tensión de contrastes por medio del tema del Nuevo Mundo a cargo de la trompeta en el movimiento final, iniciado briosamente y en el cual hay reminiscencias de los movimientos precedentes. Recalcando eficazmente los momentos más culminantes del tema inicial y del tema final, como polos característicos de la Sinfonía Del Nuevo Mundo, concluye la obra impresionando por la grandiosidad de su corte y su riqueza de carácter.
El joven humilde que emigra desde su pueblo a Praga se convierte años después, en la década de los ochenta, en el primer músico checo de proyección internacional. Los checos brillan en el panorama europeo a través de Dvorak, nombrado doctor honoris causa de la Universidad de Cambridge en 1889. Ya antes, en 1885, la Royal Philharmonic de Londres había estrenado su Séptima Sinfonía. Solía decir el maestro: "La nación que potenciamos es a menudo la misma que nos ahoga".

¡¡FELIZ NAVIDAD!!

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